lunes, 7 de febrero de 2011

<...Solo camina y veras, lo que puedo hacer, con una mano y un papel...>


El golpe en la puerta se sintió como solo ella lo hacia, la de pelos rizados daba un golpe inolvidable, desconsideración mendigada a cada paso, a quien atienda sus huellas.
Levanta la cabeza bajo una luna llena tan hermosa como un diamante pulido por Leviatán, frente a sus ojos caprichosos, árboles como ningunos, bosque implacable de pureza, paz, y cantos de Eolo, la soledad se sentía cada vez mas a su alrededor, y ella aun se sentía diosa de lo que no le pertenecería nunca, Gaia de una perfección que no merece.
La noche comenzaba a aullar y la desamparada chiquilla escucha a su lado susurros crudos de alguien intentando llamarle, una voz grave y tentadora, raspada en la garganta y un poco forzada. Al salir de las sombras, aquel portador de la voz temible, lucia su abrigo rojo sangre, roto y viejo como un uniforme de guerra, cruzábanlo dos correas marrón oscuro, las cuales tomo con una mano muy delgada, mientras que, con la otra mano, agachaba levemente su sombrero haciendo reverencia a la bella dama asustada.
Las cadavéricas manos volvieron a sus costados y aun mostrando solo los sombríos dientes de su sonrisa se oyó profundamente el cordial saludo que estremeció todo aquel imponente bosque:
- Buenas noches, espero no intimidarla – Dijo el oscuro aparecido – me preguntaba que haría tal princesa bajo una luna tan maldita como esta.
Recuperando la voz que tal figura hizo devolver a la garganta respondió su victima confiada y con tono imponente:
- Mis actuares aquí no son tema que sus oídos sean dignos de oír.
Tosió un breve momento el desconocido y acercándosele lentamente respondió:
- Mil disculpas si la he ofendido, es que no pude dejar de notar que no lleva sombrero alguno esta noche señorita… ¿podría saber su nombre?
Extrañada de tal acotación la orgullosa chiquilla contesto:
- Mi nombre es Cleo, y no encuentro razón alguna para traer sombrero de noche.
- Los sombreros te protegerán preciosa Cleo, las noches de luna llena son maldecidas por ninfas y un sombrerero como yo no puede permitir…
Interrumpiendo  al sombrerero con tono altanero Cleo exclamó:
- Bah! Lo que me faltaba, un sombrerero que me quiere engatusar y fabulas para niños, evite sus palabras, debo irme.
El sombrerero invocó un silencio escalofriante y, abriéndose de brazos como tal espantapájaros, se despidió de la chiquilla y dijo:
- Bendigo tu camino princesa Cleo.
Un escalofrío calador hasta el alma recorrió todo el cuerpo de la joven Cleo antes de perderse en la inmensidad del silencioso bosque.
El sombrerero, sin gastar ningún segundo de su penetrante sonrisa sintió que no estaba solo aún, y su sombra estaba esperando a la sorpresa que se oía venir. Unas hojas pisadas, un profundo eco de algo aproximándose, mas el sonido lírico de una noche que aún esta dispuesta a dar mas sorpresas.